Hable pero nadie escucho,
esas palabras
se desenvolvieron
únicamente en mis oídos.
Fue tentación,
fue alivio
que solo yo
escuchara.
Perdóname madre...
(pero no porque he pecado,
no porque disfruto pecar,
no porque volveré a hacerlo
siempre mil veces hasta
el final de los tiempos)
perdóname porque
he de partir de tu lado,
y no hay lagrimas
que me acerquen de nuevo.
No sostendré tu mano
cuando llegue la muerte.
No asomare a tus ojos
cuando la luz de tu ocaso
se torne perpetua noche.
No te arropare cuando
el frío te envuelva.
Así como mis palabras,
esas, que sólo yo escuche,
todo sera un instante.
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