¡Que soledad la de tu cuerpo
vacío lejos del mio!
sin respirar,
sin arder:
mudo y vago.
Me dueles a la luz de la luna,
porque no te tengo,
porque mi piel te tuvo
y tu ausencia quema.
Porque de la sed de
mi boca para alabarte,
no queda nada;
mi lengua se ha marchitado
cada día, y seca,
ya no puede florecer
en palabras de suplica,
ni de vergüenza,
ni de agonía.
Todo mi ser se convierte
en silencio cada noche;
se envuelve también,
en esta oscuridad
que se ha hecho Dios
en mis sueños.
Sin sombras,
solo recuerdos
en blanco y negro,
vagamente sintiendo
y muriendo.
Deletreando tu nombre,
descubriendolo volverse
un misterio en cada linea
que lo compone.
Besándolo,
como si tu misma
fueras tu nombre,
y tu nombre el único
del universo.
Como si fueras
la única en el universo.
Río y montaña,
cielo e infierno...
eternidad y nada.
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