Quizás,
solo yo me
pregunto
qué será de
ti.
Está mas frío tu corazón que el aire,
porque
estas sin amor,
y sí fuera
por ti:
sin
esperanza de que salga el sol.
Pero saldrá,
aunque las
horas y la oscuridad
se hagan
siempre más densas.
Muchas
veces
me he
preguntado
¿por qué siento
pena
por ti si
no te conozco?
Solo sé que
existes,
pero no sé
nada de tu rostro,
ni de tu
nombre,
ni de tu
vida.
Sé que serás
uno de tantos,
que sin
techo ni comida,
sin salud y
sin aspiración,
vives
(o por lo
menos lo intentas)
en esta
ciudad, tan fantasmal
como tu
pasado.
Yo también soy
uno de tantos,
nos parecemos.
Yo me
desprecio
y siento
pena por mí,
porque
aunque lo deseo,
no soy
capaz de ayudarte.
No sé quién
eres
y no quien
soy
Por eso a
veces lloro:
por ti y
por mí;
porque
envidio tu vida
como tu
envidias la mía,
que has de
ver tan lujosa
(aunque
casi nada tengo y nada soy).
Algún día
te encontrare,
hermano mío,
y te haré venir a mi mesa,
y te daré
mi cama
para que
duermas
mientras
velo tu sueño.
Quizás te
haré llegar
el amor que
siento.
Entonces seré
feliz
de ver tu
sonrisa
y tendremos esperanza.
La que nos
falta ahora.
Y vida,
porque por
nuestra
aflicción nos
es negada.
¡Ah,
hermano mío,
aguantemos
hasta entonces
este
desamor
y este frío
y estas ganas
tan profundas de morir!
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