martes, 29 de noviembre de 2011

No sé quién eres...


Quizás,
solo yo me pregunto
qué será de ti.

Está mas frío tu corazón que el aire,
porque estas sin amor,
y sí fuera por ti:
sin esperanza de que salga el sol.

Pero saldrá,
aunque las horas y la oscuridad
se hagan siempre más densas.

Muchas veces
me he preguntado
¿por qué siento pena
por ti si no te conozco?

Solo sé que existes,
pero no sé nada de tu rostro,
ni de tu nombre,
ni de tu vida.

Sé que serás uno de tantos,
que sin techo ni comida,
sin salud y sin aspiración,
vives
(o por lo menos lo intentas)
en esta ciudad, tan fantasmal
como tu pasado.

Yo también soy uno de tantos,
 nos parecemos.

Yo me desprecio
y siento pena por mí,
porque aunque lo deseo,
no soy capaz de ayudarte.

No sé quién eres
y no quien soy

Por eso a veces lloro:
por ti y por mí;
porque envidio tu vida
como tu envidias la mía,
que has de ver tan lujosa
(aunque casi nada tengo y nada soy).

Algún día te encontrare,
hermano mío,
y te haré venir a mi mesa,
y te daré mi cama
para que duermas
mientras velo tu sueño.

Quizás te haré llegar
el amor que siento.

Entonces seré feliz
de ver tu sonrisa
y tendremos esperanza.
La que nos falta ahora.

Y vida,
porque por nuestra
aflicción nos es negada.

¡Ah, hermano mío,
aguantemos hasta entonces
este desamor
y este frío
y estas ganas tan profundas de morir!

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