domingo, 20 de noviembre de 2011

Un sueño blanco bajo la cama


Nos espera un sueño
blanco debajo de la cama.

Debajo de la sangre:
en la sangre derramada
del hijo y del hermano.

Sueños de cristal
que se rompen a la sonrisa.

Puedes morder tu almohada
(pedazos de alma)
o tus manos,
y arrancarte la cara
en el día del lamento.
Podrías beber tu vida
y nada cambiará.

Podrás decir mil veces:

¡Oh, compatriotas,
 hermanos, amigos,
 miren como sufro,
 miren como mis ojos
 salen de su lugar
 y se arrastran
sobre mi miseria.
Tengan piedad de mí,
regresen mis dedos
 a mis manos
y mis huesos dentro
de mi piel, debajo
 de mis músculos!

Nada cambiará.

Verás morir al compañero
de la infancia,
 a la persona que te dio a luz,
a la mujer que amas
 (y te faltara tanto,
tanto como el aire,
y morirás ardiendo cuando
no puedas soportar
la soledad ni su eco),
 verás morir
a tu descendencia
y no harás nada,
nada como hasta ahora.

Te sentaras en una silla
(en tu silla de siempre)
que será tu trono sin reino,
y te veras perecer
en la pantalla que tanto adoras,
con el dinero que tanto amas,
 con mil demonios alrededor
 burlándose de ti,
jalando tus cabellos,
apretando tu garganta.

Desnudándote
y arañando hasta descarnarte.

Y en tu infierno
 (llamado presente),
estarás viendo tu castigo,
sin poder cerrar tu mente
en sueños, sin poder voltear
disimuladamente a otro lado.

Así será la vida para ti,
que solo atesoras lo terrenal
y no escuchas
a tu espíritu que clama,
con vigor y apasionado,
que te levantes y pidas
y reclames lo que es tuyo,
 que te clama llorando
y diciéndole no a las sobras.

Ahora mismo eres
ladrón y asesino…
no escuchas mas
que tus quejas,
pero recuerda
que un sueño blanco
nos espera bajo la cama.

Hará que te des cuenta
de lo que nunca fuiste,
te dirá que sobre esta
tierra, tu destino será
el ser olvidado.

Si aún puedes,
levántate hermano,
y mira mas allá
de las paredes que te rodean,
y sé león y sé bestia,
mira el cielo con esperanza
(de esa esperanza
que harás realidad algún día)
y vuélcate dentro de ti mismo,
y plántate
y súrgete
de entre tus mismas cenizas.

Que llegue la muerte
y no te sorprenda,
entonces podrás saludarla
y te dejara agradecer
a la vida tu presente,
acariciaras tu pasado,
y darás la bendición  
a los que dejas,
para alcanzar la paz
que deberías soñar.

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