Y así pasaba el tiempo:
sabio y tímido,
iba descalzo sobre las olas.
Navegando el cielo
con los dedos,
seduciendo el horizonte.
Amando a la muerte.
Disfrutando con la vida.
Y su alma era bella
y graciosa...
Abarcaba la eternidad
con un suspiro.
Por eso iba él
sobre las olas.
Se hacia brisa y calor;
se hacia, a veces,
como se hacen las oraciones.
Y bailaba y cantaba
sumergiendo su voz
en el mar, susurrando.
Y se hacia espuma,
y se hacia viento,
y su amor se respiraba
como perfume de flores.
Su alma, electrizante,
siempre sonreía a las estrellas.
Amaba y jugaba
y jugando se iba.
El tiempo se iba
y regresaba.
Sabio,
andaba sobre las olas,
se reflejaba en el cielo:
todo lo abarcaba.
Era todo
y era nada.
Era eterno
como su alma.
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