Tengo
algunas estrellas
en un costalito de algodón,
todo el
tiempo tintinean,
haciendo eco en alguna canción.
Son mi ejército
derramando
fuego y
fecundando mares,
mi fiebre y
mi alivio:
la fauna de
mis bosques.
Son
camaleones de cristal,
como tus
ojos,
y como tus
ojos,
florecen en
un dios
derramado.
A menudo me
visitan
en sueños,
y me
proyectan
en incansables luchas,
y me
sacuden
en la humedad de algún cuerpo.
Del
costalito de algodón,
se
escapan a cazar mariposas
de tiernas
alas,
y van dejando polvo,
como en los
cuentos
de hadas.
Yo las dejo
que se
coman mi corazón,
y las dejo
que se coronen
de
princesas,
que se
vistan de seda
y se vistan
de luna,
que dancen
con reyes
y príncipes
hasta el amanecer.
Las dejo
que lloren mi sangre,
pues lloran
mi muerte,
me besan con ganas de vida
y entonces todo esta bien.
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