viernes, 30 de diciembre de 2011

De viaje


 Todo lo que tenía que decir resbaló como el rocío hacia tu alma.

Todo se desliza lentamente, no se detiene… es tan suave que me hechiza y quisiera perderme, derramarme como río hacia todos lados para vivir en el mar.

Necesito que me lleve la corriente, el sol roza mi cara en medio de un azul tan brillante como el oro; el agua, el viento que murmura con el líquido me embriaga.

Mi corazón late, siento su palpitar en mi pecho, y siento cada poro de mi cuerpo  que se eriza hasta estremecerme.

No sé cuánto tiempo ha pasado, aquí ha oscurecido y la luna me sonríe.

Ese olor a espuma nocturna mezclada con vapor, que no existe en otro lugar.

Ese olor que lo llena todo, porque es vapor que lo penetra todo: mis sueños, mis huesos y que navega entre mi sangre…

Lo único que me guía son todas esas estrellas, tan lejanas, tan brillantes, arrastradas a mis ojos, pero yo solo puedo tocar su reflejo, cuando las atrapo, se me escapan: el agua se las lleva entre mis dedos, como se ha llevado todo.

Parece que siempre estuve aquí, en las entrañas este imperturbable gigante, tan profundo que mi dolor cayó y se perdió en el abismo, no lo encontraré jamás.

No hay nada más allá de mis ojos, y no hay nada que puedan tocar mis manos.

Mi corazón está tan lejos de mí, que creo que se formó para la oscuridad.

Sin la noción del tiempo me he curado del miedo, me he clavado una daga poco a poco, tan grande y tan filosa que no siento dolor, ni frío, ni soledad, y solo me ha quedado un molesto vacío y se escaparon mis fuerzas.

A veces quiero regresar, pero no tengo ningún lugar y ningún nombre.

Entonces lloro, como nunca había llorado, lloro como una tormenta poderosa que no se rinde: es demasiado.

Iré a donde me lleve este mundo, pero intento levantar mis brazos para alcanzar lo que ya no existe, respiro hondo para aguantar las ganas y sumerjo mi brazo en el agua para no quemarme.

Hoy no quiero soñar, ya soy demasiado pobre y mis anhelos no te alcanzan.

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